jueves, septiembre 28, 2006

La población indígena a la llegada de los españoles en la Provincia de Llanquihue


A la llegada de los españoles a la provincia de Llanquihue, se encontraron con un conjunto de individuos que reconocían y reivindicaban su pertenencia a un grupo indígena, siendo de diversos linajes, unidos social y políticamente, que compartían un espacio territorial común. La gran mayoría de las agrupaciones indígenas tenían una filiación idiomática y cultural Mapuche, manifestando variaciones locales en el área, en especial en el idioma. Así encontramos las denominaciones de Cuncos o Juncos que ocupaban la cordillera de la costa hasta la desembocadura del río Maullín y Huilliche en la zona de la depresión intermedia hasta la precordillera de la cordillera de los Andes.

El término huilliche utilizado por los hispanos desde la refundación de Valdivia a mediados del siglo XVII para identificar a la población indígena cercana a sus poblaciones, se extendería para definir a toda la población con filiación mapuche de la provincia. Desarrollaron una agricultura incipiente junto con prácticas de caza, pesca, recolección y crianza de llamas. También tenemos a grupos cazadores-recolectores cordilleranos como los Puelches que estaban a los pies de la cordillera de los Andes hasta frente de Osorno y Poyas hacia el sur de los anteriores. Estos grupos presentaban una organización social fragmentada, en que los segmentos primarios conformados por un conjunto multifamiliar, residían en un área produciendo lo que necesitaban y utilizaban todo lo que producían, explotando los recursos para su subsistencia.

Cada uno de estos grupos indígenas se diferenciaban entre si a través de la exclusión del otro y esto pasaba a partir del control de un determinado territorio. Igualmente dentro de estos grupos las familias defendían la autonomía de su territorio. No siendo un estado de autarquía total, ya que existían igualmente en los grupos emparentados culturalmente sistemas de alianza, intercambio y agrupaciones de los segmentos, para la defensa y resolución de conflictos como los que tenían los Huilliches (cabis, levos) . Pudiendo establecerse igualmente acuerdos con otros grupos indígenas distintos.

Pero una característica principal en estos grupos con organización segmentada era la guerra, que tenía fines defensivos para la protección del territorio, y de la misma manera ofensivos con el objeto, aunque el riesgo sea considerable, de un beneficio que se tradujere en la obtención de productos alimenticios, ganados y cautivos, particularmente mujeres que permitiera la subsistencia de los grupos y la reproducción social; esto implica las actividades colectivas como ceremonias religiosas. Estas incursiones guerreras llevaron a los Puelches a atacar a los Huilliches de Osorno.

Por otra parte los Poyas iban a mariscar a las playas de Calbuco, lo que habla de los vínculos establecidos por los grupos cordilleranos con determinadas áreas de la provincia. Estos indígenas se diferenciaba de los Puelches, no sólo por su idioma y fisonomía, asimismo por la profunda enemistad entre ellos. Este es el escenario que se encontraron los hispanos a su arribo.

Biografía de Wladimir Soto Cárcamo


El creador de esta pagina cultural, Wladimir Soto Cárcamo nació en Puerto Montt el 18 de enero de 1974. Es antropólogo, titulado en la Universidad Austral de Chile y Magíster en Ciencias Sociales de la Universidad Arcis. Ha publicado artículos especializados y trabajos literarios en la revista “ Palabras de mujer ” de Valdivia, diario “El Llanquihue” y “ El Gong” de Puerto Montt y “ Araña gris ” de Calbuco. Igualmente a conducido el programa de radio “Antropós” de radio nuevo mundo ( 2004-2005) y un programa de comentarios culturales en el canal 57 de metrópolis ( 2003), ambos realizados en su ciudad natal.
El 2003 salió a la luz su investigación titulada “ fuentes para el estudio de las culturas indígenas entre el Río Bueno y el Canal de Chacao ( 1544-1767 ) ” en el libro del primer congreso de historia de Puerto Montt editado por la Universidad de Los lagos. De su autoría son los libro de poemas “ Hasta que nos hagamos pedazos ” y “ El otro lado del muro ”, además de una novela de ciencia ficción llamada “ Los círculos en el agua ” del 2001.
Actualmente es parte del Centro de Estudios del Patrimonio Histórico de la Provincia de Llanquihue ( CEPCH), de la que fue parte fundadora en el año 2005.
Más información:
Wladimirsoto19@hotmail.com

miércoles, septiembre 27, 2006

Los olvidos de Vicente Pérez Rosales


Las obras de Vicente Pérez Rosales [ 1807-1886 ], presentan una evidente contradicción con la verdad histórica, si revisamos su “ Ensayo sobre Chile ” publicado en francés en 1859, y que era una publicación de propaganda para traer colonos europeos al país decía que “un poco menos de la cuarta parte del territorio de Valdivia está bajo el dominio de los indios civilizados, a quien se acostumbra a llamar todavía araucanos, aunque los verdaderos no existen ya ”. Agrega además que las “ tribus huilliches y moluches, que poblaban el territorio agregado a Valdivia, estaban ya tan asimiladas a las razas europeas que formaban una parte integrante de la población civilizada”. Esta negación de la población Mapuche-Huilliche, respondía a la actitud tan característica de las autoridades del estado chileno de la época de no reconociendo ni su identidad, ni los títulos de este grupo indígena, al ir avanzando la colonización alemana se producirían serios conflictos que se agudizaron desde 1880 con los 24 mil habitantes de este pueblo que ocupaban la provincia de Llanquihue, Osorno y Valdivia. El racismo de Rosales se expresa en la expresiones que hace sobre este pueblo “su fuerza había desaparecido y su sumisión a las autoridades descendía a veces hasta la bajeza”. Pero la resistencia y los manifiestos de protesta de sus lideres serían la mejor respuesta a estas afirmaciones.

Otra aseveración que no resiste comentario, es lo relacionado a que todos los terrenos baldíos o fiscales habían reconocido dueños al comenzar esta colonización germana. “Los propietarios de aquellos terrenos incultos –dice Pérez Rosales en sus ´´Recuerdos del pasado´´- que nada les producían y que ni siquiera habían visitado por impedírselo la enmarañada y sombría selva que los sustraía hasta de la luz del sol, creyeron tener en cada propiedad un tesoro de forzosa adquisión para el gobierno o para el recién llegado”. La verdad es que a mediados del siglo XIX no se habían presentado en la región a colonizar ningún pleito sobre este asunto, a excepción del interpuesto hacía varios años por el fisco contra Kindermann y Renous. Tampoco los terrenos que se vendían se ofrecían a un precio desmesuradamente alto como lo comprueba el historiador Gabriel Guarda.

Igualmente Rosales, dejó un espacio destacado en sus Recuerdos a su amigo el coronel Benjamín Viel llegando a decir que no titubeó en ceder la propiedad de la Isla Teja “que proporcionaba a él i a sus hijos el goce de una modesta pero segura subsitencia; i con este acto de generoso desprendimiento , salvó la situación”, claro “ la falta de terrenos ” que no veía por ningún lado este personaje para los colonos alemanes. Sin embargo, estas elogiosas palabras están lejos de ser reales, este coronel jamás fue dueño de la mencionada isla que era propiedad municipal.

Por otro lado Vicente Pérez Rosales era un mal dibujante. Muchos dibujos y pinturas que se le atribuían pertenecían al pintor alemán Carl Alexander Simón, su nombre aparecía borrado intencionalmente de sus trabajos, y en su lugar estaba la del famoso agente colonizador, que es atribución a la acción de terceros.

Finalmente son destacables los méritos del personaje y el valor de su obra como testimonio documental de un tiempo y su discurso. Pero objetivamente debemos decir que es una buena literatura, inspirada en hecho reales y nada más.

Fuentes:
Vergara, Jorge Iván, “ La ocupación de las tierras huilliches y la violencia sobre el indígena [ 1880-1930], Revista Nutram , 1992, pp.29-31.
Guarda, Gabriel, Historia de Valdivia, ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile, 2001, pp. 548-554
Pérez Rosales, Vicente, Recuerdos del pasado, imprenta Gutenberg, Santiago, Chile,1943.

LA SOCIEDAD HISTÓRICA MELIPULLI Y LOS ESFUERZOS PIONEROS POR RESCATAR EL PATRIMONIO PUERTOMONTINO

El historiador Juan Carlos Velásquez en 1990 regresó a Puerto Montt, después de trabajar en varios liceos de Santiago como profesor. Ese mismo año empezó a publicar en un diario de esta ciudad, sus investigaciones de historia local. Allí se encontró con su colega Cásar A. Sánchez V., profesor en historia y geografía, titulado en la Universidad de Chile, que estaba desde marzo publicando sus artículos de divulgación histórica. Desde ese momento unieron sus esfuerzos para descubrir el patrimonio histórico-cultural de la ciudad y la región.

En las reuniones de la sociedad de escritores de Puerto Montt, fueron desarrollando la idea de constituir la Sociedad Histórica Melipulli. Así decidieron publicar una revista, donde mostraran sus estudios.

El boletín número 1 de esta sociedad, apareció en agosto de 1992, fueron 50 ejemplares, que se regalaban. Esta revista llevaba una reproducción de una fotografía antigua. Esto pudo lograrse por el apoyo del Centro de Estudio y Proyectos Sociales [ CEMPROS], dirigido por Marcelo Schilling, ONG, financiada por el gobierno sueco, vinculada al partido socialista, y que a nivel local era dirigida por el profesor Rolando Aravena, cumpliendo un destacado protagonismo en la campaña del No, en el periodo del plebiscito de 1988, y apoyando las actividades culturales de nuestra urbe. Esta institución, financió el papel y la reproducción fotográfica. El fotocopiado que a comienzos de la década de 1990 era muy caro por la escasez de locales para proveer estos servicios en la ciudad, fue hecho por el Instituto Profesional de Osorno [ I.P.O], que apoyó todas las actividades de esta sociedad.

Alcanzaron a publicar cinco números , siendo el boletín diciembre de 1992 el ultimo en salir, llegando en un momento a sacar cien ediciones de la publicación.

La Sociedad Histórica Melipulli, no se conformó con revisar documentación y diarios que atesoraban parte de la memoria pasada, sino que continuó su labor cada fin de semana, con cámara fotográfica y tomando apuntes, fueron recogiendo los testimonios de pobladores y personajes que cumplieron un destacado rol en la historia contemporánea de Puerto Montt. Pampa Irigoin, la migración chilota a la ciudad en 1930, la evolución del ferrocarril y la historia del puerto, fueron algunos de los temas que trataron. Lograron dar el impulso inicial para el desarrollo de una nueva historia, de la cotidianidad, del bajo pueblo , de la mentalidad, que rompía con la historia clasista y elitista hecha por el sacerdote Eduardo Tampe que desde mediados de 1980 había publicado sus investigaciones, centrada en personajes de las instituciones publicas y eclesiásticas, sin contradicciones, minimizando al máximo los conflictos sociales que dan origen a nuestra identidad.

Los profesores Juan Carlos Velásquez y César Sánchez, como todo explorador que penetra en tierras extrañas, entendieron la particularidades de la historia puertomontina, con metodologías cualitativas que privilegiaban el sentido de la voz y el valor de la fuente documental como prueba del tiempo.

La ciudadanía empezó a acostumbrarse a leer reportajes y conocer la historia local, abriendo las puertas para otras miradas críticas de la historia de la ciudad. En 1994, llegaba a su fin esta sociedad, dejando un legado que aun espera ser madurado por las futuras generaciones. Sus trabajos son preguntas, puertas, pasadizos hacia el pasado, en que están las claves de la respiración de la ciudad, el olvido es el vació sin salida. No hay héroes en los relatos de estos historiadores, sólo personajes de carne y hueso, que vagan en una estructura, tratando de hacer caminos para sobrevivir.

martes, septiembre 26, 2006

Del caos al orden: Una historia de la museología en Puerto Montt

Después del terremoto de 1960 en Puerto Montt, surgió el deseo entre la familia García Quintana de formar un museo chilote. Al no encontrar apoyo de las autoridades locales lo instalaron en su hogar en calle Manuel Rodríguez, donde exponían los objetos típicos de esa zona. Así perduraría una constante en la ciudad, el entusiasmo por preservar la memoria histórica, sin construir un cuerpo profesional para preservar esta y denominar cualquier exhibición caótica con la dulce voz de museo.

El 6 de Febrero de 1967 sé abrió al público el denominado “Museo de Puerto Montt”, bajo el auspicio de la Municipalidad. Organizado por el señor Emilio De La Maza, quien formó la colección a través de donaciones.

El museo se ubicó primeramente en la calle Quillota 112 , siendo trasladado posteriormente a la calle Bernardo O`higgins 236, adoptando el nombre de “Museo Regional Vicente Perez Rosales”.

Funcionó en diferentes lugares por cerca de 21 años, lo que significó un deterioro en su colección . Esto llevó a fines de la década de los 80 a la Municipalidad de Puerto Montt a iniciar un proceso de profunda reestructuración en el museo, que termino el 19 de Febrero de 1988 con su reapertura bajo el calificativo de “Museo Municipal Juan Pablo II” en homenaje al pontífice que visitó la ciudad el 4 de Abril de 1987 .

Este museo se localiza en un edificio que servía antes como mercado municipal, siendo reciclado para los fines de esta institución, teniendo una superficie de 1.345 mts2 en dos niveles y estando ubicado a pocos pasos del Seno De Reloncavi.

Por decisión de las autoridades municipales, el año 1989 se entregó el primer nivel del edificio a una biblioteca pública, quedando el museo relegado al segundo piso, con poca amplitud de salas y exhibiendo solo un 40% de sus piezas.

El 19 de febrero de 1998 el museo pudo tener existencia legal a través del decreto exento Nro.0582 , comenzando a dar los primeros pasos de profesionalización, que bajo la dirección encabezada actualmente por la Antropóloga Pamela Urtubia Aguilar ha abierto este año la nueva imagen del museo, que da inicio al tiempo del orden, donde la improvisación queda en el pasado y la disciplina se hace presente para abrir puertas a la memoria que aún nos tiene que recordar el sentido de nuestro aliento sureño.

Una historia de la vida sexual en Puerto Montt

La vida sexual en Puerto Montt está marcada por el paso del tiempo de lo oculto hacia el ilimitado espacio virtual. Cuando se fundó esta ciudad en 1853, el peso de la religión cubría los ojos de sus habitantes, nada podía salirse del esquema de valores cristianos, la familia extensa era un templo y en el reinaba el hombre como proveedor del hogar. La pareja unida en matrimonio, siguiendo los intereses de su entorno social, van a procrear numeroso hijos y vivirán cerca de sus parientes para abastecerse de los recursos que permitan la subsistencia.Pero siempre habrá espacio para la hipocresía en el silencio. Arrancando de los rostros conocidos, muchos respetables ciudadanos despertarán sus pasiones en los prostíbulos que a comienzos del siglo XX estaban instalados al final de Guillermo Gallardo, en las calles Doctor Martín y Santa María, y otros de características más populares se concentraban en el barrio Cayenel [Antonio Varas], en las calles 21 de mayo, Lota , Juan José Mira y Portales.Los jóvenes perderán su virginidad en aquel lugar, mientras las enfermedades venéreas invadirán los cuerpos dejando su marca en los que decidieron experimentar con sus sentidos. La esposa por otro lado buscará en la fe la salvación de sus dolores, siendo un ser marginado en el espacio publico y en el terreno privado le quedará como único privilegio cuidar a los niños, dejando su placer dormido al servicio de su pareja, mientras su hija aprende los oficios de la casa.A mediados de la década de 1960, la familia nuclear se consolida, lentamente el resto de la parentela se va diseminando, alejándose de la casa, para trasformarse cada vez más sólo en un nombre en la distancia. La mujer empieza a liberarse, puede educarse y tener derecho a voto y dominar su fecundación por medio de los métodos de control de la natalidad . Los jóvenes se convierten en un actor social de relevancia, y empiezan a ver que el matrimonio no es el único camino, el encuentro con la carne se aleja de los compromisos sociales, para unirse al juego erótico, en el cual se expresan sentimientos que están invadidos en su lenguaje por la canción de moda de la radio o por la imagen de los ídolos de las películas norteamericanas y europeas que exhibe el cine “Rex”, donde el sexo es un producto que se vende ante los ojos de los inmóviles espectadores llenos de sueños.Con el retorno de la democracia en 1990, nuestra ciudad comienza a entender que no hay vuelta atrás. No se puede reprimir el labio ardiente que se comunica por medio de Internet con su verdadera identidad o con una falsa confesando sus experiencia a los que vagan en el ciberespacio. El territorio privado se vuelve obsoleto con las nuevas tecnologías de la comunicación. Los homosexuales y lesbianas muestran su rostro, revindican su identidad construyendo su lugares de encuentro en la urbe, que los recibe con los sonidos violentos de la música que anuncia la fuerza de su discurso.La soledad nos sigue acechando al entrar este siglo XXI. La familia nuclear lentamente se va desintegrando para dar paso a otras forma de organización social, en el cual los hijos están ausentes o hay un padre que los cuida, mientras la población en general va envejeciendo.El comercio sexual en Puerto Montt va diversificando sus recursos para atraer cliente como buena mercancía en una sociedad de libre mercado. La pornografía esta disponible para todos en la red. El cuerpo perfecto, sensual, eternamente juvenil, se exhibe en la publicidad que ocupa cada calle céntrica. El sexo como producto esta a la venta. El fantasma del Sida, la sífilis y la gonorrea, no importa, cuando nadie sabe prácticamente nada de la sexualidad y los peligros están al acecho para entrar en nuestro órganos. El sistema educativo esta lejos de las necesidades de esta época.La piel se libera de sentimientos y la carne queda como un espacio para liberar tensión, escapar de una urbe donde los individuos parecen estar más ausentes. La carne se une a la carne, lo esporádico, la ausencia de profundidad es lo que importa. Así vamos avanzando en el tiempo por la ciudad, perdiéndonos en espacios irreales, mientras perdemos la costumbre de tocarnos nuestro cuerpo.