Después del terremoto de 1960 en Puerto Montt, surgió el deseo entre la familia García Quintana de formar un museo chilote. Al no encontrar apoyo de las autoridades locales lo instalaron en su hogar en calle Manuel Rodríguez, donde exponían los objetos típicos de esa zona. Así perduraría una constante en la ciudad, el entusiasmo por preservar la memoria histórica, sin construir un cuerpo profesional para preservar esta y denominar cualquier exhibición caótica con la dulce voz de museo.
El 6 de Febrero de 1967 sé abrió al público el denominado “Museo de Puerto Montt”, bajo el auspicio de la Municipalidad. Organizado por el señor Emilio De La Maza, quien formó la colección a través de donaciones.
El museo se ubicó primeramente en la calle Quillota 112 , siendo trasladado posteriormente a la calle Bernardo O`higgins 236, adoptando el nombre de “Museo Regional Vicente Perez Rosales”.
Funcionó en diferentes lugares por cerca de 21 años, lo que significó un deterioro en su colección . Esto llevó a fines de la década de los 80 a la Municipalidad de Puerto Montt a iniciar un proceso de profunda reestructuración en el museo, que termino el 19 de Febrero de 1988 con su reapertura bajo el calificativo de “Museo Municipal Juan Pablo II” en homenaje al pontífice que visitó la ciudad el 4 de Abril de 1987 .
Este museo se localiza en un edificio que servía antes como mercado municipal, siendo reciclado para los fines de esta institución, teniendo una superficie de 1.345 mts2 en dos niveles y estando ubicado a pocos pasos del Seno De Reloncavi.
Por decisión de las autoridades municipales, el año 1989 se entregó el primer nivel del edificio a una biblioteca pública, quedando el museo relegado al segundo piso, con poca amplitud de salas y exhibiendo solo un 40% de sus piezas.
El 19 de febrero de 1998 el museo pudo tener existencia legal a través del decreto exento Nro.0582 , comenzando a dar los primeros pasos de profesionalización, que bajo la dirección encabezada actualmente por la Antropóloga Pamela Urtubia Aguilar ha abierto este año la nueva imagen del museo, que da inicio al tiempo del orden, donde la improvisación queda en el pasado y la disciplina se hace presente para abrir puertas a la memoria que aún nos tiene que recordar el sentido de nuestro aliento sureño.