lunes, mayo 07, 2007

Los primeros años del Museo regional Vicente Perez Rosales


El Museo Regional Vicente Perez Rosales nació el 6 de febrero de 1967, con el pleno respaldo de la municipalidad de Puerto Montt encabezado por el alcalde Alejandro Meershon Schajris, siendo el primer director de esta institución Don Emilio De La Maza. En un comienzo se instaló en la calle Quillota 144, donde se instalo su pequeña colección obtenida gracias a las donaciones de familias de la Provincia de Llanquihue, especialmente de descendencia de los colonos alemanes que se desprendieron de esos objetos llenos de significativos recuerdos familiares en beneficio de la reconstrucción de la memoria de la comunidad. La construcción tuvo que ser abandonada dos años después producto de un incendio que amenazo las piezas del museo, demostrando la vulnerabilidad de ese local.
La municipalidad se movilizó rápidamente para encontrar un local adecuado para el montaje de la colección. Fue así como se ubicó en un local que pertenecía a la tercera compañía de bomberos, en calle O`higgins. Para esto la alcaldía compro el edificio en 300 mil escudos, lo cual permitió a esta compañía comprar otro sitio para la instalación de su cuartel bomberil. Pasado algunos meses se procedió a la inauguración de las nuevas dependencias en febrero de 1970.
El publico que visitaba en gran cantidad el museo en aquellos días podía maravillarse con los objetos de las culturas indígenas de la zona. Conocer los primeros años de Puerto Montt a través de una serie de fotografías de la época y apreciar una linterna mágica que proyectaba imágenes fijas y móviles que era iluminado a gas de carburo que fue donado por los padres jesuitas.
Al continuar avanzando por la sala, nos encontrábamos con el primer armonio traído a la zona por los colonizadores alemanes. Este pequeño órgano, perecido exteriormente al piano, al cual se facilita el aire por medio de un fuelle que se mueve con los pies, data del año de 1860 y fue entregado por la familia Werner de Puerto Varas y en el que solía tocar en sus momentos de ocio Don Vicente Perez Rosales.
Más adelante veremos en este viaje por el tiempo una cortadora de pan de esos alemanes y un arcón de madera de fabricación germana, en el que trajeron los enseres y ropas estos colonos. En una pared está la rueda de gobierno del acorazado “ Blanco Encalada”. En el cartel adjunto a la pieza se puede leer que “ el poder de la escuadra chilena en 1879-Guerra del Pacifico-descansaba por completo en los acorazados gemelos “ Cochrane” y “ Blanco Encalada” de 2.032 toneladas, blindajes de 9 pulgadas, andar de 11 millas con sus fondos limpios y sus cañones de retrocarga de 50 libras”.
De repente miramos un antiguo aristón, instrumento musical portátil de manubrio, que alegraba a los puertomontinos con sus sonidos antes de la llegada del fonógrafo perteneciente al colono Federico Oelckers traído desde Alemania.
Por ultimo podemos apreciar las figuras de la mitología chilota, talladas en madera de ciruelillo hechas por el doctor Bernardo Quintana.
Llenos de sueños comenzaba su vida esta institución, con el correr de los años, se vería afectado por numerosas circunstancias adversas, perdida de objetos de la colección, mala administración y olvido de las autoridades municipales de turno, que llevo algunos de los donantes a retirar los objetos donados por el abandono y el descuido en el tratamiento que se les daba a las piezas, pero aún persiste en la figura del museo Juan Pablo II esa ilusión original anunciando una época de esplendor, que esperamos pronto se concrete definitivamente.