martes, julio 15, 2008

Chaitén: Más allá de la humanidad III parte

La frontera de fuego

En el puente del río Blanco se puede apreciar la actividad del volcán Chaitén que inalterable levanta su columna de ceniza. Nada lo detiene, sigue su propio camino, una lógica que ni la ciencia actual conoce.


Un protagonista en un escenario que domina. El escribe su guión, los otros son una marioneta en esa tragedia griega en que el curso de los acontecimientos son un juego para los mortales que deambulan buscando explicaciones de lo vivido.

El trabajo conjunto del Ministerio de obras publica, el cuerpo militar del trabajo y la municipalidad de Chaitén han podido limpiar en algo el curso del río Blanco en sus orillas se levantan cerros de ceniza fiel testigo de la fuerza incontrolable de ese gigante volcánico que ha esas horas de la mañana levantaba una columna de ceniza de 4 kilómetros de altura.


Se puede divisar una señal de un recuerdo persistente “ Parque Palena” dice el letrero. En febrero estuve en esta zona despidiendo el verano acompañando a un grupo de autoridades en unas visitas a las obras del camino río amarillo –lago espolón y la comitiva había entrado a ese parque a comer algo para continuar el viaje. Por supuesto la ruta y sus contornos estaban cambiados. Casas desaparecidas, el cementerio de Chaitén tapizado de ceniza, pero estaba esa continuidad esas alturas llenas de vegetación, ajenas a las emociones humanas.


Lenguaje y naturaleza

Caminar por el pueblo de Chaitén es ir dejando parte de la humanidad para ir más allá. Las casas abandonadas están en un espacio ajeno, lejano. Las marcas de la institucionalidad son marcas, solo eso nada más. En el cuartel de carabineros esta la ausencia de los mecanismos de vigilancia, en el hospital la soledad no cura la debilidad, se me viene a la mente lo que dice Friedrich Nietzsche en su libro de 1886 “Más allá del bien y del mal” cuando expresa “No existen fenómenos morales, sino sólo una interpretación moral de los fenómenos”, uno es un extraño en este pueblo, un pueblo que deja de serlo cuando la naturaleza se expande invade, penetra. Los monumentos a los héroes son violados por un manto que quiere hacer olvidar la gloria del martirio, las escuelas no ahí niños aprendiendo a obedecer, y en las reparticiones de gobierno no están los burócratas que no harán perder el tiempo en su sistema de papeles y dígitos.
Los negocios se encuentran cerrados para los que se adentran en el consumo, solo un vació, la calle directa, al anuncio de los que vendrán tarde o temprano y que no veremos en nuestras vidas. Desde que Jean-Jacques Rousseau en el “Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres” vinculo el lenguaje y el pensar, ese perfeccionamiento que nos hacia humanos movidos por la pasión de las necesidades.

Uno se da cuenta que la naturaleza es una extensión que sobrepasa a nuestro razonamiento. En la bahía de Chaitén viendo todos los restos que ha dejado el río blanco en una masa deforme de artefactos, ceniza y agua, uno se siento ausente de la civilización. Los perros ladran marcando su territorio, las vacas pastan en la plaza en sus nuevos dominios y los caballos andan libres por el lado sur de Chaitén. Volveremos ha marcar presencia en este pueblo, esta claro pero será por un breve lapso un respiro en la evolución, eso a sido la huella del hombre en la tierra.


Continuara........