viernes, enero 19, 2007

Identidad y turismo

Lo propio, auténtico. ¿Cuál es la imagen que ofrecemos a los extraños?. Tengo mis dudas si Puerto Montt ha ideado una estrategia turística para el visitante. Más bien es una ciudad de paso. No hay historia, ni recuerdo, sólo objetos, comercio, venta de productos del mercado global.

¿Dónde están los sitios históricos?. No existe una placa que recuerde la masacre de Pampa Irigoin de 1969, en el sector alto de la urbe, hito en la historia contemporánea de nuestro país. No nos dicen nada, los nombres de la calles. La arquitectura no tiene una referencia de su estilo y particularidades para el visitante como la torre campanario del colegio San Francisco Javier, monumento histórico, que data desde 1894. Estamos caminando ciegos, sin ver las preciosas casas que mezclan elementos alemanes, chilotes o de las brillantes líneas en la construcción de un anónimo habitante de este sur.

No. Puerto Montt es un sueño. El viajero duerme. Ofrecemos la imitación en Angelmó. De la artesanía del norte grande, y las caricaturas de Chiloé, su gorro de lana y los personajes míticos, tan muertos por las teorías academicistas alejadas de la realidad del entorno geográfico que los creó.

La promoción debería decir “no ofrecemos nada nuevo, vendemos lo mismo que cualquier parte”.

Descanso. En el centro de la multitud no.
Creo que deberían las autoridades locales definir una política turística de la ciudad. En la cual se utilice el patrimonio cultural para dar valor a lo que somos. Esto pasa primero identificando los lugares relevantes de la urbe, por su valor histórico y arquitectónico, crear estrategias de seducción al visitante, que permitan desarrollar el interés en quedarse para que penetre todos los rincones de esta ciudad invadida por el viento austral, y ocupar el museo Juan Pablo II con una política que haga participe a la comunidad en la construcción de su identidad, con rescate de sus tradiciones orales y aquellas imágenes que dan sentido a su pasado.

A lo lejos están los turistas. En su burbuja. Los llamamos diciéndoles cosas tan conocidas, mientras buscan en su viaje autenticidad.