martes, noviembre 01, 2011

Halloween en Puerto montt: una noche y su historia

La noche era un estado de supremo abandono al silencio. Caminaba siguiendo un impulso, desgajando imágenes para decorar los recuerdos con algo llamativo. Los niños disfrazados con los miedos de los adultos pedian dulce  por los pasajes de la población villa Las industrias en el sector alto de Puerto Montt, acompañados de sus padres, siguiendo el juego de complicidad del mercado, que como un resabio de los antiguos ritos celtas llama a los espíritus de la cultura de masa para golpear las puertas de los hogares en esta celebración de halloween.


























Llegaba al centro de la ciudad, respirando por cada espacio vació, mientras las mascaras de los demonios de la conciencia se perdían en la imaginación, en un laberinto sin salia, donde la inquietud tiene nombres, que van adquiriendo formas difusas como las palabras que la memoria sabrá dar orden en su historia alejada de los margenes de la realidad.
En el Bar Baro Restobar en Rancagua esquina Vial, llego a la "Party From The crypt", una fiesta hecha este día especial. Dj  Johann  disfrazado para la ocasión comienza con una carga inspirada  de rock con algo de los virtuosos de The strokes,  pixies, oasis, muse, son un buen principio. 
Rápidamente el pequeño recinto se empieza llenar de gente disfrazada. Princesas, diablitos, zombie y los personajes de cada noche, muertos en vida, mujeres autoflagelantes, matones, payasos, marionetas de cualquier tribu de la urbe, parejas endemoniadas por sus mentiras, artesanos caricaturizados por su personaje y gente atrapado sus mascaras.  
Bailaba tratando de no caer. en el espacio reducido. podia dar dos  o tres pasos los basicos, para que la simetria del ritmo tuviera algun sentido. Cantaba las canciones de Morrissey, como un enamorado de la metáfora unica compañía leal.
Cerca de las 4: 30 horas termino la brillante fiesta.
La aventura para encontrar un colectivo comenzaba.
Calle Copiapo, Antonio Varas, Urmeneta, costanera, nada de nada.
En una esquina una evangelica con pinta metalera trataba de convertir a un alchólico a su fe, como un acto misionero.
Otra buscaba a su moustroso pololo para tratar de arreglar sus vidas sin sentido.
Los amigos que caminaban como muertos en vida  buscaban cualquier movilización en calles cada vez más silenciosa.
La soledad. La pausa necesaria para esa perspectiva hacia el entorno invadía mi mirada. Mientra la tenue luz de un nuevo día se deslizaba como el anuncio del fin de un día más en esta tierra.