Hace unos días en Alemania salió a la venta un libro titulado “ Creación y evolución” que recoge las opiniones de Benedicto XVI expresadas durante una conferencia en septiembre del 2006 en la residencia papal de Castel gandolfo ( Italia ) sobre la evolución.
En este trabajo Joseph Alois Ratzinger, afirma que la teoría de la evolución de Darwin “ no es demostrable empíricamente, puesto que es imposible meter en el laboratorio a 10.000 generaciones”, “encuentro que es importante subrayar que la teoría de la evolución implica cuestiones que deben ser asignadas a la filosofía y las cuales por sí mismas nos conducen más allá de los límites de la ciencia”. Sin dejar de alabar los progresos de la ciencia y el valor de esta teoría, eso si como simple hipótesis el Papa nos vuelve a poner de nuevo al centro del debate la relación entre ciencia y la religión católica.
Esta historia a estado plagadas de mitos que nos han impedido ver la realidades de los hechos. Los primeros cristianos tuvieron un rechazo manifiesto a la ciencia como forma de conocimiento, vinculada a ese mundo antiguo de griegos y romanos decadente ante sus ojos y que había perdido el rumbo de la salvación. Así sintiéndose elegidos de una verdad y presintiendo el fin de los tiempos pensadores cristianos como Tertuliano en el siglo II llego a decir que "toda curiosidad termina en Jesús y toda investigación en el Evangelio; debemos tener fe y no desear nada más".
A partir del siglo X con la hegemonía cristiana en Europa una parte del clero comenzó a centrarse en el estudio de la naturaleza especialmente en los monasterios y discutir sobre ellas. Gente vinculada a la iglesia trajo del mundo árabe el conocimiento científico desarrollado allí y las traducciones de los autores grecolatinos. La misma iglesia posibilito el desarrollo de las universidades, como la universidad de París.
En el siglo XIX surgió con fuerza la perspectiva de análisis que colocaba a la religión y a la ciencia en conflicto. Autores como John Willian Draper y Andrew Dickson White en los Estados Unidos hablaban que siempre en la historia había un conflicto entre ambas, olvidando estos autores que los pioneros de la ciencia moderna era personas muy religiosa. Sus más gruesos errores y que es la base de discusión posteriores fue el caso de Galileo, proceso que es mal conocido incluso por historiadores católicos. Galileo como se piensa generalmente no fue rechazado por sus descubrimientos astronómicos (irregularidades de la Luna, los cuatro satélites de Júpiter, la multitud de estrellas, las fases de Venus, el entorno de Saturno), es más su entrada a Roma en 1611 fue triunfal recibiendo un homenaje público en el Colegio Romano de los jesuitas.
La condena de 1633 fue por haber otorgado más peso a la teoría heliocéntrica en sus “Diálogo sobre los dos grandes sistemas del mundo, el tolemaico y el copernicano” en que Galileo se animó defender el heliocentrismo, aunque lo presentaría en forma de un diálogo entre varios personajes donde se discutirían los argumentos a favor y en contra. Recordemos que el heliocentrismo ( propuesto por Copernico en 1543 en su libro “ De revolutionibus” en el cual afirmo que la tierra y los demás planetas giraban en torno a un sol estacionario) en 1616 se le declaro doctrina falsa y contraria a las enseñanzas de la iglesia prohibiéndose el libro de Copernico que expuso esta idea y los trabajos de sus demás seguidores, pero no se declaro herética, lo que mostraba el debate al interior de esta institución religiosa.
Aunque a Galileo se lo condeno a la prisión y abjurar sus dicho la verdad nunca paso un día en prisión, es más estuvo en varias lujosas residencias italianas e incluso de huésped del arzobispo de Siena, llegando a escribir “Discursos y demostraciones en torno a dos nuevas ciencias” una de sus obras importante en 1638.
Es evidente que la sobrévivencia de la iglesia católica como institución se debe a esa flexibilidad que tiene para adaptarse a los tiempos. En su relación con la ciencia siempre dejan la puerta abierta para el conocimiento y es que la palabra como siempre se puede interpretar. La fe mantener, viendo esos matices que un convencido interpretara de la realidad, de signos, de espacios que el hombre siempre buscara definir.
En este trabajo Joseph Alois Ratzinger, afirma que la teoría de la evolución de Darwin “ no es demostrable empíricamente, puesto que es imposible meter en el laboratorio a 10.000 generaciones”, “encuentro que es importante subrayar que la teoría de la evolución implica cuestiones que deben ser asignadas a la filosofía y las cuales por sí mismas nos conducen más allá de los límites de la ciencia”. Sin dejar de alabar los progresos de la ciencia y el valor de esta teoría, eso si como simple hipótesis el Papa nos vuelve a poner de nuevo al centro del debate la relación entre ciencia y la religión católica.
Esta historia a estado plagadas de mitos que nos han impedido ver la realidades de los hechos. Los primeros cristianos tuvieron un rechazo manifiesto a la ciencia como forma de conocimiento, vinculada a ese mundo antiguo de griegos y romanos decadente ante sus ojos y que había perdido el rumbo de la salvación. Así sintiéndose elegidos de una verdad y presintiendo el fin de los tiempos pensadores cristianos como Tertuliano en el siglo II llego a decir que "toda curiosidad termina en Jesús y toda investigación en el Evangelio; debemos tener fe y no desear nada más".
A partir del siglo X con la hegemonía cristiana en Europa una parte del clero comenzó a centrarse en el estudio de la naturaleza especialmente en los monasterios y discutir sobre ellas. Gente vinculada a la iglesia trajo del mundo árabe el conocimiento científico desarrollado allí y las traducciones de los autores grecolatinos. La misma iglesia posibilito el desarrollo de las universidades, como la universidad de París.
En el siglo XIX surgió con fuerza la perspectiva de análisis que colocaba a la religión y a la ciencia en conflicto. Autores como John Willian Draper y Andrew Dickson White en los Estados Unidos hablaban que siempre en la historia había un conflicto entre ambas, olvidando estos autores que los pioneros de la ciencia moderna era personas muy religiosa. Sus más gruesos errores y que es la base de discusión posteriores fue el caso de Galileo, proceso que es mal conocido incluso por historiadores católicos. Galileo como se piensa generalmente no fue rechazado por sus descubrimientos astronómicos (irregularidades de la Luna, los cuatro satélites de Júpiter, la multitud de estrellas, las fases de Venus, el entorno de Saturno), es más su entrada a Roma en 1611 fue triunfal recibiendo un homenaje público en el Colegio Romano de los jesuitas.
La condena de 1633 fue por haber otorgado más peso a la teoría heliocéntrica en sus “Diálogo sobre los dos grandes sistemas del mundo, el tolemaico y el copernicano” en que Galileo se animó defender el heliocentrismo, aunque lo presentaría en forma de un diálogo entre varios personajes donde se discutirían los argumentos a favor y en contra. Recordemos que el heliocentrismo ( propuesto por Copernico en 1543 en su libro “ De revolutionibus” en el cual afirmo que la tierra y los demás planetas giraban en torno a un sol estacionario) en 1616 se le declaro doctrina falsa y contraria a las enseñanzas de la iglesia prohibiéndose el libro de Copernico que expuso esta idea y los trabajos de sus demás seguidores, pero no se declaro herética, lo que mostraba el debate al interior de esta institución religiosa.
Aunque a Galileo se lo condeno a la prisión y abjurar sus dicho la verdad nunca paso un día en prisión, es más estuvo en varias lujosas residencias italianas e incluso de huésped del arzobispo de Siena, llegando a escribir “Discursos y demostraciones en torno a dos nuevas ciencias” una de sus obras importante en 1638.
Es evidente que la sobrévivencia de la iglesia católica como institución se debe a esa flexibilidad que tiene para adaptarse a los tiempos. En su relación con la ciencia siempre dejan la puerta abierta para el conocimiento y es que la palabra como siempre se puede interpretar. La fe mantener, viendo esos matices que un convencido interpretara de la realidad, de signos, de espacios que el hombre siempre buscara definir.