12 de diciembre del 2015. Las palabras van y vienen
en la barra del bar subte en Puerto Montt, mientras en la cañería una gotas de
aguas flotan en un micromundo trasparente que destellan un puntito de luz
difusa como las historias entre las sombras de huellas de un ayer cada ven más
borroso entre los que conversan a pausa, mientras más jóvenes llegan al lugar.
La música arrastra el tiempo hasta las 1 de la
mañana cuando a intervalos variables rotan los dj Christian Alvarez, Mariano
Laffabrick y Johann Rehbein con sus set de house y tecno.
Es llamativo cuando comienzo a dar los primeros
pasos y te encuentras con ese efecto
ausencia que se da cuando atrapan la mente de
alguien las redes sociales de sus
celulares. El cuerpo esta, como maniquís articulados tienes que ir esquivando
en cada instante a los aparecen con ese síndrome en la pista. Frases entrecortadas con el
personaje virtual que navega en cualquier punto, con su sobrecargada expresión
que la lengua real no puede expresar salvo en esa caricatura mediada por la tecnología,
en perfiles rígidos construidos por las empresas en su juego de consumo, están allí
con su anuncio del poder de control que está siempre presente.
3 : 05 horas. La fiesta en su clímax. Se me cruza la
ilusión pasajera de un deseo que no lleva a ningún rumbo, no importa el sonido envuelve,
paso a paso los labios ardientes de metáforas de pasiones que florecen en otro lugar de este espacio están
girando como soles ardientes, ensimismado, marco el movimiento, no queda nada
más que el yo, con esos difusos sentimientos, nada articulados que giran, en un
desahogo, que se alza en un ritmo puro hasta llegar hasta cerca de las 5 de la
mañana, tomar el taxi para volver a casa y dejar que el sueño haga lo que tiene
que hacer.
13 de diciembre del 2015.