Los disfraces penetraban en las pieles jóvenes para liberar los delirios de la cultura de masas. Pestañaba una y otra vez, ampliando la dimensión de la pista de baile de la Barra Bass-Cerveceria en el centro de Puerto Montt. Es la noche de Halloween y una vez más estamos en la fiesta rocknrolla.
Cada detonación de ritmo que lanza el dj hace que el baile sea más intenso. Al pasar los segundos las caricaturas andando se sumergen en la identidad del personaje que van hacer en esta madrugada. Las deformaciones hechas con el maquillaje propician los pasos para dejar las marcas de los horrores de la cotidianidad y tener la atención de aquellos que reconocen las huellas de este juego ritual que liberara deseos que son cubierto por el poderoso sonido de los parlantes convirtiendo las voces en mensajes sin sentido en la multitud.
La desbordante sensualidad de algunas carnes tierna es distancia para los moribundos en su silencio. Otros aceptan su vacio sumergiéndose en historias anecdóticas.
Desgarrando mortalmente el tiempo llego casi al final de la jornada aceptando el momento, suspirando metáforas de un sueño presente.